viernes, abril 19, 2024

12 de mayo, Día Internacional de la Enfermería

En 1855, un cronista del periódico The Times de Londres, que visitó los hospitales del frente inglés en la Guerra de Crimea, escribió sobre un “ángel guardián” que caminaba por los corredores. “La cara del desdichado se suaviza con su gratitud. Cuando los oficiales médicos se han retirado y el silencio y la oscuridad descienden sobre tantos dolientes, puede observársela sola, con una pequeña lámpara en su mano, efectuando sus rondas solitarias”.

Aquella mujer -consagrada en un famoso poema como “la dama de la lámpara”- era Florence Nightingale: la pionera que sentó las bases de la enfermería actual. Es en su honor que hoy se celebra el Día Internacional de la Enfermería. A lo largo de 90 años -la mitad de los cuales estuvo convaleciente por su contacto cuerpo a cuerpo con los enfermos-, no solo estableció las principales pautas sanitarias de la profesión, sino que cobró notoriedad por sus aportes a la salubridad pública y a la filosofía del cuidado, así como por sus críticas al colonialismo británico.

Nació hace exactamente 200 años, un 12 de mayo de 1820, en Italia. Vivió la mayor parte de su vida en Inglaterra, donde se rebeló contra los mandatos de la época victoriana, que indicaban que el destino de la mujer era casarse y ser -en palabras de Virginia Woolf- “el ángel del hogar”. Proveniente de una familia pudiente, Florence tuvo un contacto temprano con autores clásicos como Euclides y Aristóteles y nunca fue ajena a los temas políticos. Contra los deseos de sus padres, inició estudios en matemáticas y estadística, que luego aplicó a su oficio.

Gracias a sus viajes por Europa y Egipto, pudo conocer distintos sistemas hospitalarios e inició su entrenamiento como enfermera. Cuando regresó a Londres, en 1853, desempeñó de forma ad-honorem la vocación que su entorno consideraba “humillante” para alguien de su clase social.

Ese año, comenzó la Guerra de Crimea: un conflicto que se extendió durante tres años y enfrentó al Imperio ruso y al Reino de Grecia, contra una liga conformada por el Imperio otomano, Francia, el reino de Cerdeña y el Reino Unido (en pleno expansionismo militar). Florence redactó un informe sobre las condiciones de vida de los soldados, que llevó al secretario de Guerra a enviarla al campo de batalla.

Allí, registró las condiciones insalubres en las que vivían y eran atendidos los caídos. Su conclusión fue categórica: los combatientes tenían un 70% más de probabilidad de fallecer en los hospitales por afecciones como el tifus y el cólera, que por el fuego adverso. Junto a sus colegas mujeres, reformaron los hospitales y establecieron nuevas prácticas, que derivaron en una importante caída de la tasa de mortalidad. Entre sus innovaciones se encontraron la mejora de alimentación de los pacientes y el montaje de una lavandería para desinfectar ropa e insumos: tanto a través de donativos, como de su propio dinero.

Mientras realizaba sus tareas cotidianas, esta enfermera rebelde recolectó datos y creó su famoso “diagrama de área polar”. Aquella ilustración, sobre las terribles cifras de muertos y heridos durante el conflicto (discriminados por fecha y causales), conformó una novedosa forma de representar datos, que aún se estudia como ejemplo de la infografía moderna.

Una vez firmado el tratado de paz, Florence regresó a Inglaterra. A pesar de haber contraído una enfermedad que la acompañó durante toda su vida -probablemente fiebre tifoidea o brucelosis-, su ímpetu no se detuvo. Continuó impulsando la necesidad de transformar los hospitales militares, pero también los de las ciudades, donde proliferaban infecciones propias del hacinamiento, el frío, las falencias higiénicas, la falta de acceso al agua potable, las condiciones de trabajo -que incluían a niños y niñas- y las deficiencias alimenticias.

En 1859, fue consagrada como la primera mujer miembro de la Sociedad Real de Estadísticas. Al año siguiente, inauguró la Escuela de Entrenamiento y Hogar Nightingale para Enfermeras en el hospital de St. Thomas en Londres y publicó el más famoso de sus casi 150 libros: Notas sobre la enfermería, qué es y qué no es. El índice de este texto, a la luz de los acontecimientos actuales, parece un anticipo de las medidas necesarias para enfrentar pandemias: “ventilación y calentamiento”; “la salubridad de los hogares”; “la limpieza de cuartos y paredes”; “la importancia de la nutrición”; “la higiene personal”. Sus notas sobre la enfermería para las clases trabajadoras, de 1861, profundizó estos temas.

La influencia que ejerció en la creación de la Cruz Roja Británica fue explicitada por su fundador Henri Dunant, quien admitió que su inspiración fue el trabajo de la “dama de la lámpara” en Crimea. Durante sus últimos años de vida, la mirada de Florence se dirigió hacia la India, que en ese momento estaba regida bajo el Raj británico, un régimen colonial sobre el subcontinente, que perduró hasta 1947.

En el libro Espejos: una historia casi universal, el escritor Eduardo Galeano sintetizó los principales aportes de esta luchadora es ese aspecto: “Sobre la indiferencia imperial ante las hambrunas: ‘Cinco veces más muertos que en la guerra franco-prusiana’. (…) Sobre la justicia inglesa en la India: ‘Nos dicen que el campesino pobre tiene la justicia inglesa para defenderse. No es así. Ningún hombre tiene lo que no puede usar’. Sobre la paciencia de los pobres: ‘Las revueltas agrarias pueden convertirse en algo normal en toda la India. (…) Los mudos hablarán y los sordos escucharán’”.

Aunque Florence Nightingale no se consideraba feminista -de hecho, asimilando preceptos propios del período, criticó a las activistas y hasta reivindicó las capacidades superiores de los hombres-, con sus acciones demostró ser una precursora. Preparó el terreno para muchas mujeres que luego decidirían salir de la pasividad o el encierro y afianzó los pilares de una profesión que -hoy más que nunca- se demuestra esencial.

C.

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