Un paraje selvático, en la punta más lejana de una isla y rodeado por algunas aldeas de pescadores. Sin ningún tipo de infraestructura y alejado a 200 kilómetros del principal centro urbano. A pesar de sus aguas cristalinas y sus arenas blancas.
Ese fue el lienzo en blanco con el que se topó hace 50 años un grupo de inversores estadounidenses que no dudaron en adquirir 77 km2 de lo que hoy se conoce como Punta Cana, en la República Dominicana.
Dos años más tarde, junto con el empresario local Frank Rainieri, comenzaron a desarrollar la infraestructura y pusieron la piedra fundamental de lo que hoy es uno de los destinos de playa más visitados del mundo, con más de seis millones de turistas por año.
(Fuente: Iprofesional)