jueves, marzo 28, 2024

Adelgazó 90 kilos y cambió su vida, ¿cómo hizo?

«Estoy cómodo y confiado en mi cuerpo. Ahora tengo la energía para hacer las cosas que quiero hacer», explica Patrick Eslick, quien cambió su vida y adelgazó 90 kilos. «Cuando te respetás a vos mismo, es mucho más fácil dejar que otros entren en tu vida», asegura este hombre que se animó a encarar el difícil camino de la superación de prejuicios y dificultades.

 

No siempre contó con esta seguridad. La primera vez que alguien le hizo un comentario negativo sobre su peso fue en segundo grado. Con el devenir de los años fue empeorando y a eso se le sumó la imposibilidad de vivir su sexualidad como a él le hubiera gustado, sin ocultar que era gay.

 

Se escapaba de las actividades físicas que sus compañeros hacían. En vez de compartir con ellos fútbol, atletismo o béisbol, pasaba mucho tiempo en el sillón comiendo cualquier cosa. Su peso y su vida íntima lo fueron excluyendo de la vida social en la secundaria.

 

Llegó a la universidad pero la situación no cambió, más bien empeoró. La comida y especialmente la bebida siguieron perjudicando su físico. Terminó la carrera pesando 154 kilos, deprimido, ansioso y excluido de las actividades que sus nuevos amigos disfrutaban.

 

Llegó a pensar que nunca podría bajar de peso, pero su graduación fue lo que marcó el comienzo del cambio. Su mentalidad era otra y con ella cambió su forma de vivir y sus hábitos. Se dio cuenta de que su vida no llegaba a buen puerto y que debía tomar el timón de su propio barco.

 

En los años posteriores a la universidad, Eslick decidió compartir su orientación sexual con amigos y familiares. Luego de quitarse esa carga de encima, siguió por el segundo paso: cambiar radicalmente su forma de alimentarse. Perdió 84 kilogramos, llegando a los 70 y pensaba que alcanzar los 90 de pérdida sería casi imposible.

 

«Sentí la oportunidad perfecta para hacer cambios importantes en mi vida», explicó al portal Men’s Health. Y luego agregó: “Ya no era un chico en la universidad; era un adulto con un trabajo y no me estaba cuidando a mí mismo».

 

Tuvo que eliminar la comida rápida, limitar las calorías y las salidas a restaurantes, que era algo que lo apasionaba. De esa manera, incursionó en la cocina casera y en ese aprendizaje nació un amor que cree que fue lo que le cambió la vida.

 

Se suscribió a revistas de cocina, consiguió libros con recetas y comenzó a cocinar comidas de calidad y con muchas proteínas. «Creo que esa es la razón más importante por la que pude perder peso y no recuperarlo», asegura.

 

Al principio, siguió dietas clásicas de pollo, arroz o brócoli. Luego, aprendió otras recetas con combinaciones saludables. Usaba espárragos y porotos verdes para complementar con proteínas de pollo, salmón, camarones y cerdo.

 

«Lo bueno fue que no tuve que restringirme por completo de cosas que me apasionaban como la cerveza, solo que se convirtió en la excepción y no en la norma», describe.

 

Pero su cambio no vino solo por la alimentación, lo acompañó con ejercicio. Y si había una actividad que lo apasionaba era el running. Él sabía que quería correr. «Admiraba a los corredores, su estado corporal y su resistencia, realmente me impresionaban», cuenta Patrick.

 

Primero, se dedicaba a caminar en la cinta del gimnasio, luego comenzó a correr y cada vez se sentía más ligero, cada vez perdía más peso.

 

Después de perder los primeros 45 kilos, correr -como cocinar- se convirtió en una pasión. Y empezó a vivenciar lo que creía tan lejano y que es común en los runners: «Correr me hace sentir libre, vital y saludable. Cuando no puedo hacerlo, siento que algo importante falta en mi vida», dice.

 

Tras una lesión en la rodilla, decidió buscar a un entrenador personal para hacer ejercicios de fuerza y combinarlos con las otras actividades. Con esa disciplina en el entrenamiento, sumada a la alimentación saludable, Eslick llegó a bajar esos 90 kilos, algo que creía imposible. Luego comenzó a tonificarse y… a correr maratones.

 

Su desafío siempre fue propio y óptico: «Incluso cuando había perdido 22 kilos me seguía mirando al espejo y viéndome gordo. Tuve que aprender a quererme y es algo muy complicado, un proceso, porque yo siempre me había enfrentado a mi cuerpo y lo veía como un enemigo, no como un aliado», confiesa.

 

Jamás se había visto atractivo como en ese momento -y ahora-. Perder peso le quitó poco a poco la timidez, le devolvió la confianza y le permitió comprar ropa sabiendo que podía usarla sin esconderse.

 

Una de las partes más difíciles del proceso, según explica, fue renunciar a muchas reuniones sociales por tener que controlar su alimentación. Aunque es un detalle: «A cambio, estoy cómodo con mi cuerpo, confío en mí mismo, tengo energía de sobra y me respeto, y eso es lo más importante».

Fuente: TN

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