El incremento en el costo del viaje en subte desató una ola de masivas protestas. El presidente Piñera dijo que “está en guerra”, pero no aclaró contra quién. Ya hubo trece muertos y Amnistía Internacional advierte por la seguridad de los ciudadanos. Bachelet, Alta Comisionada para los derechos humanos de la ONU, pide calma y diálogo.
Suponer que la sociedad chilena estalló este fin de semana solo por el aumento del boleto de subte seria caer en el mismo error que la dirigencia política viene cometiendo casi desde la recuperación de la democracia, en 1990. Creer que declarando la guerra a enemigos no identificados, como anunció el presidente Sebastián Piñera, se van a tranquilizar los espíritus, sería otro error más grueso. Más bien puede ser la antesala de un baño de sangre que ya se cobró 13 muertos pero que nadie sabe en qué puede concluir.
Lo sabe Michel Bachelet, dos veces ex presidenta de Chile y Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, que pidió al gobierno a trabajar “con todos los sectores de la sociedad hacia soluciones que contribuyan a calmar la situación e intentar abordar los agravios de la población en interés de la nación”.
Tal vez el que la vio más clara fue el general Javier Iturriaga, jefe de la Defensa Nacional, quien desmintiendo al primer mandatario, sencillamente respondió a la prensa “la verdad es que yo no estoy e guerra con nadie”.
El incremento del precio del viaje en el metro santiaguino, que trepó a 1,18 dólares, fue la chispa que generó la explosión, primero con los estudiantes, que pusieron en marcha una forma de protesta inédita. “¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!”, gritaban mientras atravesaban los controles para no pagar el ticket.
Para un salario promedio de 600 dólares y un mínimo que ronda los 450, ese precio se convierte en impagable. Además de que en simultáneo, aumentaron todos servicios públicos, los combustibles y los aranceles de la universidad. De pronto, las calles se llenaron de manifestantes y desde esas columnas se desprendieron algunos -los más exaltados- que rompieron y quemaron trenes y edificios. Hubo saqueos no solo en la capital sino en Valparaíso. No está claro aún a qué sector pertenecen, pero de inmediato comenzaron a tronar las cacerolas en todo el país.
El golpe en las cacerolas como medida de protesta es un invento típicamente chileno que comenzó durante el gobierno de Salvador Allende desde las clases medias que no querían el giro a la izquierda del gobierno socialista.
TA.