viernes, abril 26, 2024

El mito de consumir primero y producir después

Por: Alejandro Rodríguez
Lic. en Adm. de Empresas – UCES
Estudiante de Maestría en Economía Política – SMC University
Twitter: @alerod31

Bien sabemos que el consumo es un objetivo clave de la actividad económica y la producción es simplemente su medio. Aunque parece evidente que para consumir algo, ese “algo” deba existir primero, en esta sociedad nos rodea con frecuencia la falsa idea de estimular el consumo para expandir la producción. Pero deberíamos saber que los bienes de consumo no caen del cielo, deben producirse y están al final de una larga cadena de procesos entremezclados de producción llamada “estructuras de producción” que cuanto más larga sea, producirá más y mejores bienes. Incluso la fabricación de un producto tan sencillo como un lápiz, requiere una red intrincada de procesos de producción que se extiende en el tiempo y abarca tanto países como continentes. Fomentar el ahorro genuino es lo único que genera más y mejores bienes.

El mito de consumir primero y producir después

 

El proceso de formación de capital, desarrollado a través de “La Teoría Austríaca del Ciclo Económico” fue expuesto por Ludwing Von Mises en 1912, quien se basó en las contribuciones de su profesor austríaco Eugen von Böhm-Bawerk y los escritos del economista sueco Knut Wicksell y desarrollado por F.A. Hayek en 1930. El mismo plantea claramente las etapas que deben sucederse para incrementar la productividad, lograr un aumento considerable en el consumo y con ello mejorar la calidad de vida para la población, incluyendo mejoras reales en el salario. Pero sucede que es un proceso natural, no estimulado artificialmente por los gobiernos de turno a través de sus bancos centrales. Este proceso para que pueda ser llevado a cabo requiere de ahorros. Los ahorros son necesarios y fundamentales para liberar recursos del consumo inmediato, de manera que estén disponibles para la inversión en la formación y el mantenimiento de capital, y para ofrecer bienes y recursos que mantengan empleados a aquellos que trabajan en procesos de producción que se encuentran en desarrollo.

El proceso se inicia con un cambio en las preferencias temporales por parte de los consumidores, es decir, ahorristas que incentivados por el precio del dinero (tasa de interés), valoran más el consumo futuro que el consumo presente.  Tengamos en cuenta que por naturaleza el hombre preferirá siempre consumir ahora y no mañana. Ahora bien, ese cambio en las preferencias temporales, producirá en el corto plazo un aumento considerable del ahorro y esa mayor liquidez en el sistema llevará a una caída posterior en la tasa de interés. Dicha reducción estimulará la actividad económica debido a que ahora hay mayores proyectos que sí son viables y que antes no lo eran. Así, tal postergación de consumo hacia adelante, producirá una caída en el consumo actual y eventualmente las empresas de bienes cercanas al consumo se verán resentidas por la menor demanda y el salario caerá producto de esa menor producción, inclusive puede haber despidos en esas industrias. Sin embargo, al mismo tiempo las industrias de bienes alejadas al consumo incrementaran tanto la demanda de trabajo como el salario para producir en mayores etapas, es decir, habrá un traslado de trabajadores de una industria hacia otra. Adicionalmente, y ya hablando del largo plazo, ese ahorro y modificación en las preferencias de los consumidores no solo permite estructuras de producción mayores sino que obtendrán como resultado una productividad y un consumo futuro mucho mayor del que existía previamente, aumentando ahora también la demanda de trabajo en las industrias cercanas al consumo y con ello además los salarios serán mayores. Es decir, habrá tanto mayor demanda de trabajo como mayor oferta de bienes provenientes tanto de industrias cercanas como alejadas al consumo y sobre todo a menores precios. No obstante para que el consumo siga creciendo, será necesario que este proceso se repita tantas veces como sea necesario.

Por otro lado, notemos que el proceso descripto es natural y sostenible en el tiempo puesto que estos cambios en las preferencias de los consumidores hacia el consumo futuro igualan tanto una menor demanda de bienes por un lado como una menor oferta de bienes por otro (se produce pensando en el largo plazo), es decir no hay presiones ni excesos de ningún tipo. Sin embargo, si el banco central estimulara artificialmente para que baje la tasa de interés, por ejemplo, mediante mayor oferta de dinero en el mercado, también habrá mayor cantidad de proyectos viables, pero en este caso las tasas de interés dejan de ser un precio que comunica información y los inversores no podrán diferenciar que es lo que produjo la baja de esas tasas, si fue por ahorro genuino de la gente o bien por artilugios de la banca central. En este último caso donde hay intervención, las preferencias temporales de los consumidores nunca se modificaron, es decir, sigue habiendo mayor preferencia por consumo presente y esa tasa de interés reducida no estimula a ahorrar. Pero como los proyectos igualmente se llevan adelante, se pasa a producir menos para consumo presente pensando en el futuro y así, se contrae la oferta de bienes cuando la demanda sigue firme, produciendo un descalce que presionará sobre los precios, hecho que obligará al banco central a subir los tipos de interés salvo que insista en seguir alimentando esa estimulación artificial (que en algún momento deberá cortarse), poniendo en jaque los proyectos que se están llevando adelante cuando la tasa era menor. De esta forma, se vuelven inviables proyectos que antes si lo eran por tasas artificialmente bajas y obligando a los agentes a desarmarlos, produciendo una crisis.

Un caso para ejemplificar, sucedió durante la administración anterior cuando el banco central mantuvo tasas artificialmente bajas durante bastante tiempo haciendo viables proyectos que no lo eran, puesto que sin liquidez, la tasa natural de mercado hubiera subido primero para captar fondos, y una vez liquido el sistema, bajan fomentando la inversión. Inclusive se desalentó el ahorro en pos de que la gente, con tasas reales negativas producto de la inflación, se desprendiera rápidamente de su dinero consumiendo todo tipo de mercaderías (incluyendo el dólar que es un bien más). Al cambiar la administración, y a fin de destrabar todas las medidas impuestas para contener un modelo que con bajas tasas de interés inyectaba dinero al 45% anual, la banca central corrigió la tasa de interés subiéndola considerablemente, enfriando la actividad económica, poniendo a cualquier proyecto de inversión una vara muy alta de rendimiento y así, generando que procesos que se encontraban en plena etapa de producción, tengan que ser interrumpidos y liquidados. Y ese manejo discrecional de los tipos de interés es lo que genera ciclos económicos que van del sobrecalentamiento al enfriamiento.

En conclusión, cuando se rompe la relación que existe entre ahorro e inversión, es decir cuando se pone al consumo por delante de la producción y para colmo se desincentiva el ahorro, el resultado es un beneficio de muy corto plazo que termina mal para todos. Muy diferente es cuando genuinamente los ahorristas trasladan crédito a través de las entidades financieras hacia las empresas para que estas con ese capital, inviertan en procesos de producción que requieran mayores etapas (cuanto más largas esas etapas aún mejor porque se traducen en bienes más importantes). Ello permitirá el crecimiento tanto de la productividad, el consumo, empleo y salarios y la renta nacional en forma permanente, y así el beneficio es total. Es el ahorro lo que permite la inversión que posibilita mayor consumo y no viceversa.


 

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