Mientras el país improvisa, Misiones gestiona. Mientras otros gritan, acá se trabaja. Y eso molesta.
Por Diego René Martín
En un país donde se aplaude la motosierra aunque lastime, donde se confunde el ajuste con épica y el show con política, hay una provincia que va a contramano del ruido. Misiones. Acá no se dinamita: se construye. No se amenaza con cerrar: se abre. No se declama eficiencia: se gobierna con ella. Se gobierna con resultados.
El “modelo misionerita” no es eslogan. Es un modelo que incomoda. Porque rompe el molde. Porque no encaja en la lógica binaria de la política argentina. Porque, en lugar de elegir entre el Estado bobo o el mercado salvaje, elige hacer un Estado suficiente y un mercado generoso. Y eso, en este país de extremos gritones, parece un pecado capital.
La economía real respira en Misiones. En junio, los patentamientos de autos en Posadas crecieron un 130% interanual. Y si sumamos motos y usados, la curva sube aún más. En los primeros seis meses del año, el crecimiento fue del 64,8% respecto al mismo período de 2024.
¿Casualidad? ¿Milagro? Nada de eso. Política bien pensada y mejor ejecutada: programas como Ahora Patentamiento, que devuelve hasta 900 mil pesos por vehículo, y Ahora Pyme, que permite compras a empresas misioneras en 12 cuotas sin interés. Plata que se queda, produce y circula en la provincia.
Mientras tanto, los que dicen que el Estado es el enemigo siguen cobrando sus dietas en Cámara o el
Congreso. Juegan a la política desde Twitter. Viajan al exterior mientras acá la gente labura. Se indignan si el gobierno provincial ayuda a un productor a no fundirse, pero aplauden cuando algún unicornio tech recibe beneficios millonarios.
En Misiones, el Estado no es un obstáculo. Es un engranaje. Funciona, ordena, promueve. Facilita servicios, genera herramientas, acompaña con inteligencia. Lejos del Estado elefante, pero también lejos del Estado ausente. Un Estado que entiende el siglo XXI sin renegar del territorio.
Y eso se nota en cada rincón. En el comercio de barrio que accede a crédito. En la pyme que compra insumos en cuotas. En la chacra que tiene conectividad. En el turista que llega, gasta y vuelve a venir. En el productor que no es espectador de la crisis, sino protagonista del desarrollo.
Mientras la Argentina arde en su propio caos, la política misionera da señales de solidez institucional poco vistas en este país. El gobernador Hugo Passalacqua reunió esta semana a los 78 intendentes en un gesto de unidad que no necesita micrófono ni fuegos artificiales. “Los jefes comunales son la piedra basal del misionerismo”, dijo. Y no es verso: es método.
En Misiones, el poder se construye desde abajo hacia arriba. No hay rosca de bar ni de despacho, hay escucha real. No hay griterío de banca, hay caminata, calle, contacto directo. Y eso se ve. Se vive. Se siente.
Y mientras otros partidos se debaten entre egos adolescentes y candidaturas sin sustancia, la Renovación propone a Oscar Herrera Ahuad como diputado nacional. No es un nombre: es una historia viva de gestión y compromiso. Un dirigente con más territorio que micrófono, más hechos que slogans.
En 2009, cuando el tornado arrasó San Pedro y Tobuna, Oscar no posaba en fotos, no rajó a Posadas. Se quedó. Coordinó, curó, organizó. En plena tragedia, se puso al hombro a su gente.
Y durante la pandemia, fue uno de los mejores gobernadores de la Argentina. Gestionó con firmeza y sensibilidad. Apostó a la prevención, al cuidado, al sistema de salud público. Permitió que los que generan laburo vuelvan a trabajar antes que nadie casi, porque recuperar la normalidad era visión. Mientras otros improvisaban con Zooms y slogans de ocasión, él resolvía con vacunas, protocolos y hospitales en pie.
Su candidatura es consecuencia. No es marketing, no es oportunismo. Es una continuidad natural del modelo que incomoda: el que hace las cosas bien.
Misiones incomoda porque crece. Incomoda porque demuestra que otra forma de gobernar es posible. Incomoda porque no necesita pedir permiso a Buenos Aires. Porque no espera que la Nación la salve: se salva sola, con trabajo, con organización, con estrategia. Ojo, esto no quita reclamarle a Nación lo que nos corresponde.
Y en ese sentido, es casi que subversiva. En un país donde el caos parece orden natural, Misiones insiste con el orden, la previsibilidad y el hacer. Esa, tal vez, sea su mayor osadía.