A pesar del bajón futbolístico que mostró su equipo, el Mellizo sumó el título número dieciocho de su historia personal pintada de azul y oro. Y de paso se acordó de “atender” al Beto Alonso por sus dichos.
Como ocurrió con Carlos Bianchi en la década del noventa o Alfio Basile ya entrado el siglo, Guillermo Barros Schelottose anotó en la historia gigante de Boca como un entrenador bicampeón. Y, contando su notable curriculum como futbolista, con dieciséis títulos, el Mellizose transformó en el máximo ganador de todos los tiempos xeneizes con dieciocho coronas. Impresionante.
A pesar del bajón futbolístico que mostró su equipo, el Mellizo sumó el título número dieciocho de su historia personal pintada de azul y oro. Y de paso se acordó de “atender” al Beto Alonso por sus dichos.
Como ocurrió con Carlos Bianchi en la década del noventa o Alfio Basile ya entrado el siglo, Guillermo Barros Schelottose anotó en la historia gigante de Boca como un entrenador bicampeón. Y, contando su notable curriculum como futbolista, con dieciséis títulos, el Mellizose transformó en el máximo ganador de todos los tiempos xeneizes con dieciocho coronas. Impresionante.
Más allá de las decisiones, para muchos caprichosas, del propio entrenador, las dudas que el equipo transmitió en el segundo tramo de la competencia y que también aparecieron este miércoles mismo en el Bosque, y a partir de un 2018 cargado de ausencias estelares por lesión, este Boca de Guillermo Barros Schelotto es un justo campeón.
Y el entrenador se desahogó con el pitazo final de Facundo Tello y remarcó que “se hizo difícil, pero se nos dio de manera justo. Los objetivos siempre son difíciles y ahora el miércoles tenemos que alcanzar otro”.
El entrenador campeón pasó por todos los estados en la noche consagratoria de su equipo. Elegantemente vestido, con un traje azul oscuro, saltó al mismo escenario en el que empezó a escribir su notable historia futbolística. Y se encontró con un recibimiento que lo descolocó. Es que si bien la mayoría de los hinchas de Gimnasia le dedicó aplausos y respeto, no faltaron los triperos que lo silbaron y le cuestionaron su último paso por el club.
Después, ya con la vorágine del juego, el Mellizo tuvo momentos de tranquilidad, otros de tensión y nerviosismo, pasajes en los que hizo un culto del silencio stampa, otros en los que sus indicaciones tomaron forma de gritos alocados, hasta que llegó el desahogo final, el abrazo con su hermano Gustavo y con cada uno de sus jugadores y otro instante para expresar sus sensaciones.