Despertó pasiones y un sinfín de momentos inolvidables en sus 20 años de carrera, gran parte de ellos en Las Leonas, el seleccionado de hockey que la puso en el podio de las mejores jugadoras de la historia del deporte. A 3 años y medio de su retiro, Luciana Aymar (40) brindó una entrevista a corazón abierto y dejó relucir su costado más íntimo.
“No dormí nunca en 20 años de carrera“, fue una de las frases que declaró en una nota con La Nación, en la que dejó en claro que su pasión por el deporte que practicó a fuerza de garra y esfuerzo, ocupaba gran parte de su mente.
Luego, dio detalles de cómo abordó su retiro: “Al principio, pasar por la situación de que muchas se fueran despidiendo, tu camada. Jugaba con chicas muy jóvenes, a algunas les llevaba 15 o 20 años. Me encantaba. Por momentos iba a la par de ellas. Pero cada vez va costando más, tu cuerpo no se recupera igual. Me empezaba a preocupar por cosas que pasaban dentro de la confederación, no podíamos jugar tranquilas. Había cosas que no sabíamos manejar”.
“El jugador tiene que estar para jugar, no en si cambia el entrenador o el kinesiólogo, el masajista, las becas. Era demasiado. El deportista tiene que saber apartar muchas cosas personales para poder jugar. Vos a veces te peleás con tu pareja, con un familiar, y tenés que jugar igual. Me costó eso al final. Y esa lesión… Fue una señal. Me decía ‘Lucha, basta, hasta acá’. Lloraba, porque fue mi vida y hasta el día de hoy siento melancolía. Miro a las chicas y quiero estar ahí. Quiero estar ahí y hacer todo lo que hacía“, agregó la elegida ocho veces como la mejor jugadora de hockey del mundo, dos veces campeona del mundo, cuatro veces medallista olímpica y seis veces ganadora del Champions Trophy.
Por otro lado, no le puso edulcorantes a la sensación que recorrió su cuerpo el día posterior a su retiro: “De las peores cosas de mi vida. Así me obligué a dejar de jugar. Fue una enseñanza muy grande, porque aprendí a tener más empatía, a disfrutar pequeños momentos, a compartir con mi familia, a tener más conexión, más diálogo. A tener una relación, con la que me siento bien, contenida. Tengo un compañero al lado. Sigo aprendiendo. Cuando empiezo a mirar fríamente, desde otro lugar… ¡Qué obsesión que tenía! ¡Era una extraterrestre!”.
“Amé jugar al hockey. Fui una obsesiva, con una exigencia enorme. Estoy orgullosa de lo que hice. Tuve costos grandísimos. Pasé por una etapa muy dura, angustiante y depresiva, pero lo estoy superando gracias al psicoanálisis. Me conocí más que en 20 años de carrera. Estoy descubriendo otra etapa de mi vida. Soy la Luciana que disfruta de su familia y de su pareja, que conoce más su cuerpo y sigue investigando qué otras cosas la apasionan”, cerró la novia del extenista chileno Fernando González (38), feliz por todo lo nuevo que le espera.