Todo indica que no están dadas las condiciones para repetir el rebote de 2017. La construcción no tendrá efecto reactivador con la obra pública paralizada, la mejora del agro será acotada, la recuperación se la industria será insuficiente y no hay muchas posibilidades de recuperación del salario real.
2- El aporte del agro no será tan significativo. La importante cosecha de trigo no provocará un fuerte ingreso de divisas, porque es claro en el actual contexto que la consigna del productor es “cosechar, vender y guardar las divisas”. Tampoco está teniendo un impacto significativo sobre la demanda global. Ahora todas las apuestas apuntan a “la cosecha gruesa récord” que garantizaría el despegue de la economía. Afortunadamente cabe esperar también una buena cosecha, obviamente muy superior a la del ciclo anterior afectado por la sequía. Pero según lo indican la mayoría de los pronósticos, será bastante inferior a la de 2017, porque las condiciones meteorológicas no son las óptimas. Las pérdidas de la sequía del año pasado determinaron una menor inversión del sector, mucho más teniendo en cuenta las altas tasas de interés. Ello explicaría, por ejemplo, los graves problemas por los que transitan las fábricas de maquinaria agrícola. Por último, y esta vez obviamente a escala ampliada, también rige el principio de “vender y guardar los dólares” para la agroindustria. Todos los pronósticos coinciden en que este año caerán las inversiones en la industria y obviamente en el campo. Sin dudas, las estadísticas de PBI reflejarán el aumento de la producción agroindustrial y habrá un derrame, porque los productores deberán cubrir sus costos. Habrá también un mayor tráfico de camiones. Pero ese efecto será acotado. El tan mencionado impacto sobre el sector externo será pequeño, de forma que los dólares del FMI se consumirán rápidamente cuando vayamos acercándonos a fines de año. Si el sector agropecuario y agroindustrial no liquida las divisas, lo más probable en el segundo semestre es una fuerte suba del dólar.
3- No hay muchas posibilidades de una recuperación del salario real, aun cuando los optimistas lo esperan, al calor de una disminución del ritmo de inflación. En principio, el Gobierno parte de una pauta inflacionaria de 23% para acomodar el incremento salarial, pero la mayor parte de los pronósticos apuntan a un aumento de los precios entre 30% y 35%. Además, el índice de costo de vida subestima ampliamente la caída del poder adquisitivo provocada por los incrementos tarifarios al darles a los servicios públicos una baja ponderación en la canasta familiar. Debe tenerse en cuenta, además, que las paritarias se desarrollaran en un escenario de alto desempleo y temor a quedarse sin trabajo. Por la otra parte, encuentran al empresario ahogado por la recesión y el costo del crédito. No cabe esperar ningún” exceso”, ni del lado de la demanda, ni de la oferta.
4- Es muy difícil en el actual contexto que se produzca la recuperación de la industria que se observó durante 2017. Las últimas cifras confirman hoy un derrumbe del sector, que mostró en noviembre un pico interanual de caída de 13,3. Las expectativas empresariales según la encuesta del INDEC marcan para el trimestre diciembre-febrero un retroceso de la demanda interna de 55% y 35 % no proyecta variación. Sólo el 10 % muestra optimismo en la materia. El 39% de las empresas recortaría el empleo, un 52 % adicional no contribuiría en nada para reducirlo. Escasamente un 9 podría aportar a una mejora. La utilización de la capacidad instalada seguiría -siempre según las expectativas empresariales-un comportamiento similar. Se advierte que la mejora en las exportaciones del sector no mueve la aguja -al menos por ahora- en cuanto empleo y la capacidad ociosa del sector. Enfrentado por un lado a restricciones de oferta, por el elevado costo de insumos importados o dolarizados, el incremento de tarifas y el costo del crédito, junto a una demanda deprimida, la industria no parece en condiciones de reaccionar como lo hizo en 2017. El impulso que en 2017 venía de la construcción -productos minerales no metalíferos, electrodomésticos, hierro redondo, y la industria automotriz-, no se repetirá este año.
5- Por último, el efecto positivo de la actividad turística no puede compararse con el impacto de la caída de la inversión –construcción, vehículos, maquinarias – en todos los sectores de la economía.
Todo indica que no están dadas la condiciones para repetir el rebote de 2017 y mucho menos, dar paso a un genuino proceso de crecimiento.